Mi reencuentro con la bici ha sido
progresivo. Primero, 22 km. de llano. Al principio, dolor en la rodilla
(ligero), pero luego se pasó. No quise hacer más a la espera de ver cómo me
encontraba al día siguiente. Sin problema. Todo va bien. Al descargarme los
datos del pulsómetro, resulta que hice
el mismo recorrido al retomar la bici en carretera (9 de Julio) que el último
antes de la operación (15 de Mayo), y la media es prácticamente la misma (hay
que tener en cuenta que aunque no me hubiera operado estaba lesionada y no
forzaba).
Fui incrementando la distancia, procurando
hacer llano, hasta que por fin me siento fuerte para hacer la cuesta de 2 km.
que tengo al ir del pueblo donde suelo pasar los fines de semana en el verano
al otro pueblo más cercano. Me lo tomo con tranquilidad y poco desarrollo y en
esto que oigo que se acerca un grupo de ciclistas, que, obviamente, me van a
adelantar.
- Des-pa-ci-to -le oigo decir al
graciosillo de turno al sobrepasarme.
Grrr dichosa canción del verano. Pues
porque estoy lesionada que si no... te pego una pasada a 10 por hora que flipas
jajaja. Será globero el tío. Menos mal que no tiendo a picarme con la bici
(sólo en contadas ocasiones...), así que pasé del menda. Seguí dando pedales a mi ritmo, superé la
cuesta, continué al siguiente pueblo, y en vista de que la rodilla resistía
(molesta un poco pero es perfectamente soportable) opté por empezar a subir mi
puerto favorito de la zona: Morcuera. Desde Miraflores es perfecto para irse
probando, puesto que empieza suave y poco a poco se va endureciendo. Pues vamos
a ver.
Veo que mis pulsaciones son
bastante más bajas de lo habitual. Suelo empezar a 160 y acabar a 170 (lo sé,
tengo el corazón un poco desbocado, soy así...) y estoy en 140-150. Normal,
dado que voy más des-pa-ci-to. La rodilla sigue molestando pero resiste. Bueno,
a ver si llego a la parte dura, de ahí no paso, no quiero tentar a la suerte. Cojo el ritmo de la respiración, como
me suele ocurrir en este puerto, y pin pan pin pan... quedan 6 para la cima y
noto que empieza a doler más la parte de atrás de la rodilla, o sea, lo que me
han reconstruido. Venga, un poquito más, vamos a forzar un pelín que hay que
ponerse fuerte. Alguna que otra rampita se me hace dura y decido parar a 5 de
la cima. En la foto podréis comprobar que los selfies no es lo mío, pero para
que veáis que no miento jajaja.
Quiero hacer una aclaración, sobre
todo para los que estéis en una situación similar a la mía, para que no os
desesperéis: el avance no es lineal.
Hay días que progresas, pero otros puede que incluso te notes peor. Además, al principio mejoras rápido (ya lo
habéis visto en los anteriores capítulos del blog), y esa progresión es más
medible (dejar las muletas, andar bien, bajar seguidas las escaleras, empezar a
correr... ). Pero una vez que consigues
recuperar esa "vida normal" que decía mi primer traumatólogo, o
sea, sin deporte, sin forzar, volvemos
al des-pa-ci-to. En mi caso, suelo ser la típica persona que va corriendo a
todos los lados, y como tras la operación no me quedaba otra que ralentizarme,
al notarme bien y volver a mi ritmo me encuentro con molestias porque aún me
queda mucha musculatura que recuperar.
Llega Agosto y aunque no me cojo
vacaciones hasta el 11, decido parar la rehabilitación dejándome unas sesiones para
Septiembre. En la siguiente foto, realizada con mucha más maestría por Maria
José, otra paciente de la clínica de la rehabilitación, estoy con mi compañera Juani
y mis fisios, Almudena y Jesús. Pongo esta foto para reflejar otro aspecto
psicológico muy importante de la rehabilitación: el ambiente. Tan
importante es ser un buen profesional (ambos lo son) como tener una buena comunicación con tu paciente y, sobre todo,
buen rollo. Porque si te sientes a gusto los músculos se relajan y duelen mucho
menos cuando los fuerzas. ¡Demostrado! Os cuento un par de anécdotas de mis
voluntariados en psicología deportiva, para ilustrarlo.
La primera es del MAPOMA
(maratón popular de Madrid). Los psicólogos deportivos interveníamos mientras
los corredores recibían el masaje al acabar la carrera. Se trataba de hablar
con ellos para que contaran su experiencia, se desahogaran y de esta forma
integraran y asimilaran sus emociones. Me encontré con un hombre especialmente
negativo por marcar un tiempo 3 minutos superior al del año anterior. Si, si, 3
minutos, habéis leído bien, no me he equivocado, no eran 30. Se sentía
fracasado por todo lo que había entrenado, sacrificado, dejado de lado a la
familia, controlado la dieta, etc. etc. para luego no conseguir batir su marca,
y por más que intentaba hacerle ver la parte positiva (el aprendizaje, la lucha,
las partes en las que disfrutó de la carrera...) no había forma. Tomé un
respiro para buscar nuevos argumentos y miré al fisio le estaba dando el masaje
con expresión de "buf, ya no sé qué más decirle, no hay forma de animarle".
- Sigue hablando, sigue, que no
veas cómo se nota en las piernas.
Si a pesar de estar con emociones
negativas, sus músculos se relajaban, imaginad lo que es si las emociones son
positivas.
Voy con la segunda anécdota. En una Quebrantahuesos
(una marcha cicloturista, para quien no la conozca, de 200 km. con 4 puertos de
montaña en los Pirineos) donde hizo mucho calor, hubo tantos casos de
deshidratación que los psicólogos en lugar de ir a la zona de masajes fuimos al
pabellón médico, sembrado de colchonetas con ciclistas enchufados al suero. Era
acercarse a ellos y darles conversación, o simplemente pedirles que te contaran
su experiencia, y mejoraban rápidamente. Tanto es así que los médicos nos iban
buscando para que habláramos con los que estaban peor y pudieran ir liberando colchonetas
(no daban abasto). Volvemos a lo que comenté de la atención al dolor: si te
distraes con otra cosa, duele menos. Pues en el caso de un malestar como la
deshidratación, lo mismo.
Resumiendo: que lo que te dices a
ti mismo y lo que te dicen influye mucho en tu recuperación. Y, sobre todo ¡no
te piques con nadie! ¡Ni contigo mismo!
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