domingo, 24 de septiembre de 2017

CAPITULO 12: COOORAAAAZOOON DEEESBOCADO



Creo que si Pastora Soler hubiera mirado el pulsómetro de alguno de los ciclistas que participaban en la vuelta 2001 (por ejemplo, subiendo los lagos de Covadonga), en la cual su canción era la "banda sonora", habría cambiado el congelado por el desbocado. Cuando retomé el ciclo-indoor, el mío señaló 177 pulsaciones... ¡vuelvo a ser deportista!

En vacaciones conseguí subir un puerto: el Coll de Fredes. De los "largos y tendidos" (no hay foto, no quiero torturaros con más selfies): desde La Sénia son 22 km, prácticamente todos de subida suave, con algunas rampas de hasta el 12%. En estos puntos la rodilla sí se resintió, tanto fue así que tuve que hacer un alto a mitad de camino para estirar y poder continuar. Pasado dicho estiramiento, el puerto se me empezó a hacer largo... y entonces me di cuenta: conocía esas sensaciones. No era la lesión, sino el esfuerzo de siempre, cuando crees que no puedes más, buscas ese punto extra y controlas la mente para pedirle más al cuerpo. Tengo que reaprender a tolerar el dolor.

Tanto me había acostumbrado a no forzar por la lesión, que se me había olvidado el sufrimiento que conlleva pasar del ejercicio físico al deporte. Me acordé de cuando subí por primera vez Navacerrada por las siete revueltas, y lo que tantas veces he dicho a los deportistas con los que trabajo: controla el pensamiento, cuenta hacia atrás de tres en tres desde mil, piensa en otras cosas, olvida el dolor de piernas, sigue, imagina la recompensa cuando llegues, mira lo que llevas subido y no lo que te queda por subir del puerto, persiste, el dolor significa progreso, continúa...

Y llegué arriba. 

Mi primer puerto tras la lesión. Prueba superada. Ya va quedando menos... Bajando llovió pero por poco tiempo, me mojé pero como hacía calor me había secado cuando aún todavía quedaba medio puerto por bajar. Casi lo agradeces...

Este mes volví al gimnasio. Probé la bici elíptica y aunque molestaba un poco la rodilla, aguanté 40 minutos. Pero a pesar de ponerme mi propia música me parece muy aburrido. Vuelvo al ciclo-indoor, como adelanté al principio, a ver qué tal. ¿Aguantaré la clase entera aunque no ponga tanta resistencia como pide el profesor? Pues sí. Los 55 minutos, el tope de las 177 pulsaciones, 156 de media y 480 kilocalorías quemadas. Y la rodilla no duele. ¡Bien!

A la salida de la clase pasé por el tatami. Saludé a mis compañeros de karate de la mañana, me preguntaron y les puse al día de cómo voy. Miré ese suelo rojo de colchoneta remarcado por la banda azul. Es como si por mis ojos entraran todas las sensaciones que allí he vivido en los 17 años que llevo en este gimnasio. Recordaba los sonidos: el roce del  karategui con el cuerpo en el retroceso del puño (hikite), los gritos al unísono en la última repetición de una técnica o en los katas, el trotar del calentamiento, la imagen de todos en el espejo... Qué nostalgia, cómo lo echo de menos. ¿Cuándo podré volver? Si, total, el médico me dijo de 4 a 5 meses... de Mayo a Septiembre ya son los 4...¿podré volver en Octubre?

Tras la clase de karate había una de zumba. Voy a ver cómo es, que a mí bailar me gusta. Je, pues parece divertido, y menos intenso que el karate. Igual me viene bien, si voy con cuidado en los giros y saltos. Le preguntaré al traumatólogo cuando vaya a revisión.

Otro día decidí entrar al tatami a ver qué tal me movía haciendo posiciones, antes de que empezara la clase de las 10. En la rehabilitación estaba trabajándolas apoyando un pie en el disco inflado. Notaba ciertas molestias, así que fui con cuidado. Le estaba contando a un compañero que más que la patada con la pierna "mala", me preocupaba más poner ésta de apoyo, sobre todo en el mawasi (patada circular) porque implica cargar todo el peso del cuerpo en la misma mientras rotas la rodilla. Hago una prueba con mucho cuidado y apareció la versión globera del karateka:

-   Hay que girar el pie de apoyo, por eso no te sale bien -me dice un menda con tantos kilos de más como humildad de menos.

El iluminado de turno. Casi treinta años haciendo karate y no voy a saber cómo se hace una de las patadas más básicas. No era de los habituales, no le había visto hasta ese momento. A ver, alma de cántaro, si aunque no me conozcas has oído que estoy lesionada, no vayas de sobrado, que a lo mejor hasta tengo más danes que tú, aunque vista culote y camiseta en lugar de karategui. En fin, que hice lo mismo que con el graciosillo del "despacito", o sea, ignorarle.

El 12 de Septiembre fui a la revisión con el galeno que me operó. Pregunta obligada ¿cuándo puedo volver a karate?

-   ¿Cuánto tiempo aguantas corriendo?
-   Como 5 minutos (eso era antes de las vacaciones, luego con la bici no volví a correr).
-   Pues hasta que no corras 20, nada. Espera un par de meses.
-   Pero... ¿correr 20 minutos aunque me duela?
-   No, correr 20 minutos sin dolor.

Dos meses más. Jopé.

-   ¿Y zumba puedo hacer?
-   Emmm, bueno...

No dijo ni sí ni no ni todo lo contrario, pero sonaba a un "cuidadín" sin ser un "no" rotundo como el del karate. Habrá que probar, pues.

Regresé un día más al tatami antes de la clase de las 10. Me puse a repasar katas con sumo cuidado, por lo menos que no se me olvidaran las últimas que aprendí antes de la lesión. Llegó el maestro a dar la clase y se mostró muy afectuoso conmigo, quiso saber qué tal iba y le comenté que el traumatólogo me ha dicho que dos meses más para volver.

-   Hazle caso al médico. Pero estás en la sala ¿no? -me pregunta.
-   Si, haciendo elíptica y corriendo en la cinta.
-   La bici también va bien.
-   Lo sé, soy ciclista, he estado todo el verano dando pedales.
-   Si quieres quedarte a la clase, puedes hacerlo.
-   Muchas gracias, termino de repasar las katas y me voy, que tengo trabajo.

La clase comenzó. El saludo, calentamiento en el sitio... jo qué ganitas...

La siguiente vez que me puse a correr en la cinta aguanté diez minutos. Dime qué tengo que hacer para volver a karate y lo haré. Es mi objetivo. Y no lo voy a perder de vista.  




lunes, 4 de septiembre de 2017

CAPITULO 11: DES-PA-CI-TO


Mi reencuentro con la bici ha sido progresivo. Primero, 22 km. de llano. Al principio, dolor en la rodilla (ligero), pero luego se pasó. No quise hacer más a la espera de ver cómo me encontraba al día siguiente. Sin problema. Todo va bien. Al descargarme los datos del pulsómetro, resulta que  hice el mismo recorrido al retomar la bici en carretera (9 de Julio) que el último antes de la operación (15 de Mayo), y la media es prácticamente la misma (hay que tener en cuenta que aunque no me hubiera operado estaba lesionada y no forzaba).

Fui incrementando la distancia, procurando hacer llano, hasta que por fin me siento fuerte para hacer la cuesta de 2 km. que tengo al ir del pueblo donde suelo pasar los fines de semana en el verano al otro pueblo más cercano. Me lo tomo con tranquilidad y poco desarrollo y en esto que oigo que se acerca un grupo de ciclistas, que, obviamente, me van a adelantar.

- Des-pa-ci-to -le oigo decir al graciosillo de turno al sobrepasarme.

Grrr dichosa canción del verano. Pues porque estoy lesionada que si no... te pego una pasada a 10 por hora que flipas jajaja. Será globero el tío. Menos mal que no tiendo a picarme con la bici (sólo en contadas ocasiones...), así que pasé del menda. Seguí dando pedales a mi ritmo, superé la cuesta, continué al siguiente pueblo, y en vista de que la rodilla resistía (molesta un poco pero es perfectamente soportable) opté por empezar a subir mi puerto favorito de la zona: Morcuera. Desde Miraflores es perfecto para irse probando, puesto que empieza suave y poco a poco se va endureciendo. Pues vamos a ver.

Veo que mis pulsaciones son bastante más bajas de lo habitual. Suelo empezar a 160 y acabar a 170 (lo sé, tengo el corazón un poco desbocado, soy así...) y estoy en 140-150. Normal, dado que voy más des-pa-ci-to. La rodilla sigue molestando pero resiste. Bueno, a ver si llego a la parte dura, de ahí no paso, no quiero tentar a la suerte. Cojo el ritmo de la respiración, como me suele ocurrir en este puerto, y pin pan pin pan... quedan 6 para la cima y noto que empieza a doler más la parte de atrás de la rodilla, o sea, lo que me han reconstruido. Venga, un poquito más, vamos a forzar un pelín que hay que ponerse fuerte. Alguna que otra rampita se me hace dura y decido parar a 5 de la cima. En la foto podréis comprobar que los selfies no es lo mío, pero para que veáis que no miento jajaja.

Quiero hacer una aclaración, sobre todo para los que estéis en una situación similar a la mía, para que no os desesperéis: el avance no es lineal. Hay días que progresas, pero otros puede que incluso te notes peor. Además, al principio mejoras rápido (ya lo habéis visto en los anteriores capítulos del blog), y esa progresión es más medible (dejar las muletas, andar bien, bajar seguidas las escaleras, empezar a correr... ). Pero una vez que consigues recuperar esa "vida normal" que decía mi primer traumatólogo, o sea, sin deporte, sin forzar, volvemos al des-pa-ci-to. En mi caso, suelo ser la típica persona que va corriendo a todos los lados, y como tras la operación no me quedaba otra que ralentizarme, al notarme bien y volver a mi ritmo me encuentro con molestias porque aún me queda mucha musculatura que recuperar.

Llega Agosto y aunque no me cojo vacaciones hasta el 11, decido parar la rehabilitación dejándome unas sesiones para Septiembre. En la siguiente foto, realizada con mucha más maestría por Maria José, otra paciente de la clínica de la rehabilitación, estoy con mi compañera Juani y mis fisios, Almudena y Jesús. Pongo esta foto para reflejar otro aspecto psicológico muy importante de la rehabilitación: el ambiente. Tan importante es ser un buen profesional (ambos lo son) como tener una buena comunicación con tu paciente y, sobre todo, buen rollo. Porque si te sientes a gusto los músculos se relajan y duelen mucho menos cuando los fuerzas. ¡Demostrado! Os cuento un par de anécdotas de mis voluntariados en psicología deportiva, para ilustrarlo.

La primera es del MAPOMA (maratón popular de Madrid). Los psicólogos deportivos interveníamos mientras los corredores recibían el masaje al acabar la carrera. Se trataba de hablar con ellos para que contaran su experiencia, se desahogaran y de esta forma integraran y asimilaran sus emociones. Me encontré con un hombre especialmente negativo por marcar un tiempo 3 minutos superior al del año anterior. Si, si, 3 minutos, habéis leído bien, no me he equivocado, no eran 30. Se sentía fracasado por todo lo que había entrenado, sacrificado, dejado de lado a la familia, controlado la dieta, etc. etc. para luego no conseguir batir su marca, y por más que intentaba hacerle ver la parte positiva (el aprendizaje, la lucha, las partes en las que disfrutó de la carrera...) no había forma. Tomé un respiro para buscar nuevos argumentos y miré al fisio le estaba dando el masaje con expresión de "buf, ya no sé qué más decirle, no hay forma de animarle".

- Sigue hablando, sigue, que no veas cómo se nota en las piernas.

Si a pesar de estar con emociones negativas, sus músculos se relajaban, imaginad lo que es si las emociones son positivas.

Voy con la segunda anécdota. En una Quebrantahuesos (una marcha cicloturista, para quien no la conozca, de 200 km. con 4 puertos de montaña en los Pirineos) donde hizo mucho calor, hubo tantos casos de deshidratación que los psicólogos en lugar de ir a la zona de masajes fuimos al pabellón médico, sembrado de colchonetas con ciclistas enchufados al suero. Era acercarse a ellos y darles conversación, o simplemente pedirles que te contaran su experiencia, y mejoraban rápidamente. Tanto es así que los médicos nos iban buscando para que habláramos con los que estaban peor y pudieran ir liberando colchonetas (no daban abasto). Volvemos a lo que comenté de la atención al dolor: si te distraes con otra cosa, duele menos. Pues en el caso de un malestar como la deshidratación, lo mismo.

Resumiendo: que lo que te dices a ti mismo y lo que te dicen influye mucho en tu recuperación. Y, sobre todo ¡no te piques con nadie! ¡Ni contigo mismo!